REFLEXIONES SOBRE LA AUTONOMÍA DOCENTE
En la publicación anterior comenzó el planteo sobre las posibilidades de la existencia de un docente autónomo y qué factores influyen este aspecto, tanto a favor como en contra, cuáles son los motivos y las consecuencias, etc.
En esta ocasión me centraré en el tema de las nuevas tecnologías, dando por sentado que estas influyen en el ámbito escolar, pero detallando cómo y presentando alternativas para trabajarlas a beneficio de los alumnos.
En los últimos tiempos, y en el marco de la globalización, el desarrollo y la expansión acelerada de las modernas tecnologías de la información y la comunicación, particularmente las vinculadas al uso de la computadora, han planteado la necesidad de cambios profundos en la institución escolar y en el rol docente de manera especifica. Además de revolucionar la manera de pensar y encarar los problemas y las soluciones de la educación y el aprendizaje.
Todo esto lleva a replantearse qué se debe hacer con la figura del docente, y entorno a esto pueden identificarse en la actualidad tres visiones en pugna:
• La re-valorización docente y la vuelta al pasado. La nostalgia por la escuela perdida y los maestros de antes esta encarnada fundamentalmente entre los docentes, pero es compartida por padres de familia y por la mayor parte de la sociedad.
• El desplazamiento de los docentes y la apuesta a la tecnología como solución. Esta postura conjuga una gran confianza en el potencial de la tecnología y una gran desconfianza en la escuela.
• La apuesta a una transformación de la profesión docente, en el marco de una transformación profunda del orden escolar (que incluye a la tecnología como aliada). La posibilidad del cambio se ve como un proceso acelerado pero sostenido en el tiempo, basado en las personas y, por lo tanto, en la necesidad de contar con su voluntad y de desarrollar sus motivaciones, sensibilidades y capacidades para dicho cambio. La tecnología puede pasar a ser aliada tanto de dicha transformación como de la enseñanza y el aprendizaje en las aulas, y del desarrollo profesional de los docentes.
Las tres visiones existen y confluyen en la realidad y actualidad del país pero, desde mi parecer, la apuesta a un desarrollo profesional docente considerando a la tecnología como estrategia didáctica y material de apoyo para los diferentes contenidos, es la mejor elección que podemos hacer. No sólo para desempeñar nuestro rol de manera consciente sino, también, para valorizarnos como profesionales de la educación y, así, presentar nuevas y mejoradas propuestas de trabajo para nuestros alumnos ya que los docentes somos formadores de las futuras generaciones y esto nos exige hacer una proyección hacia el futuro, para así poder guiar a los alumnos hacia aprendizajes que le resulten útiles para su próximo desempeño laboral.
Centrándonos en la autonomía es posible reconocer que la expansión de la tecnología acota un poco las decisiones de trabajo, con respecto a ellas y desde las mismas, del docente ya que los niños y jóvenes llevan la delantera con respecto al conocimiento y manejo tecnológico, son ellos los que saben de todos los avances. Esto hace que los roles se inviertan y son los docentes los que deben depender de los mas jóvenes. Por lo tanto no hay tanta libertad de acción, sino más bien una gran dependencia. Pero, si el docente acepta esta realidad, puede trabajar desde ella para beneficio profesional y formador y, a la vez, desempeñando su rol en conjunto con sus alumnos, compartiendo conocimientos e ideas y haciendo así sus clases mucho más ricas, tanto para él como para los alumnos.
Las consultas, opiniones y respuestas de los lectores serán tenidas en cuenta en la próxima publicación, agregando lo presentado en este número para poder continuar compartiendo e intercambiando nuestras ideas y deseos mediante nuestra revista.
Marcela Capece.
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