Salvo en Costanera, los carritos de comida evaden los controles
Comer un sándwich de tierna bondiola en la calle no puede ser más tentador. Es la hora del almuerzo y cientos de trabajadores, vestidos con impecables trajes y polleras elegantes, se acercan a la Costanera Sur hipnotizados por el aroma. La escena se repite en diferentes horarios y puntos de la ciudad. Pero no todos los puestos cumplen con las condiciones óptimas de salubridad.
En algunas zonas, como en la Costaneras Norte y en la Sur, la mayoría de los comerciantes que tienen carritos en comodato acatan las exigencias de la ley 1166, que los regula. En los alrededores de la terminal de micros y la zona portuaria de Retiro, en cambio, las irregularidades son evidentes.
Pese a que la Agencia Gubernamental de Control (AGC) realiza inspecciones al menos una vez por semana para determinar las condiciones higiénicas sanitarias y decomisa elementos, los puestos retornan y repiten las infracciones que exponen a los consumidores a eventuales problemas de salud.
En principio, los puestos callejeros de venta de alimentos deben contar con el permiso otorgado por el Ministerio de Ambiente y Espacio Público que los autoriza a ocupar un determinado lugar. Es la primera constancia que el inspector de la AGC le solicita al comerciante. Si no cuenta con esa licencia, el puesto es clausurado.
La Dirección General de Ordenamiento del Espacio Público porteña otorgó, hasta el momento, 283 permisos para la venta de alimentos en la vía pública: 56 para el expendio de golosinas y bebidas sin alcohol, 57para la venta de panchos y bebidas sin alcohol y 59 para productos de parrilla y bebidas. En todos estos casos, los puestos tienen una ubicación fija y no pueden moverse.
Los restantes 111 carritos autorizados integran la categoría de venta ambulante por cuenta propia (de garrapiñadas y pochoclos) y sólo pueden circular por la cuadra donde rige el permiso.
Los vendedores deben tener también la libreta sanitaria y un comprobante del curso de manipulación alimentaria, entre otros documentos.
Durante la inspección del carrito, se verifica que esté limpio y que la campana que sirve como extractor de la cocina no tenga rastros de grasa. El inspector cotejará la temperatura de la carne que se está asando: debe alcanzar 72 grados o más. “Es la única forma de que la bacteria Escherichia coli no sobreviva”, explicó Gastón Diéguez, director de Higiene y Seguridad Alimentaria de la AGC.
Por cuestiones sanitarias, la ley prohíbe expresamente que los aderezos sean fraccionados. Sólo pueden ser ofrecidos en la versión de pequeños sobrecitos. La entrega de condimentos en envases recargables es una de las infracciones más comunes. Si el inspector lo detecta, eleva un acta de comprobación, por la que luego el comerciante deberá abonar una multa ante la Dirección General de Administración de Infracciones (DGAI), y decomisa la mercadería de manera inmediata.
Pero el fraccionamiento de los aderezos no constituye el único riesgo de propagación de bacterias. Tampoco pueden ofrecerse salsas artesanales, tipo “criolla” o chimichurri, en bols abiertos que quedan expuestos al calor y a la excesiva manipulación de los clientes. Esa irregularidad también es motivo para la confección de un acta, la imposición de una multa y la confiscación de la mercadería.
“La gente entiende que se tomen estos recaudos por su salud”, dice Mariela Vidarte, a cargo de uno de los puestos de la Costanera Norte, que una vez cada mes y medio es sometido a una desinfección profesional.
Pero basta caminar por los alrededores de la terminal de micros de Retiro para notar que hay normas que no se cumplen. Por empezar, muchos de los carritos existentes ni siquiera cuentan con el permiso oficial.
En la Costanera Norte, pese a que la mayoría de los puestos están habilitados, la llamada de un vecino para denunciar irregularidades alertó a los inspectores. Durante el control realizado, hallaron dos carritos ubicados cerca del Aeroparque con irregularidades: además de labrarles a los comerciantes las respectivas actas por ofrecer salsas en bols y aderezos en envases recargables, les decomisaron chorizos, hamburguesas y papas fritas “porque estaban marcados”. Esto significa que hacía mucho tiempo estaban cocidos a la espera de su venta.
Durante los operativos, los inspectores controlan también que las materias primas, como la carne (que debe ser conservada en el freezer hasta segundos antes de ser depositada en la parrilla) y el pan (cuyo envoltorio no puede tocar el piso) cuenten con los rótulos que indican la procedencia y la fecha de vencimiento. Los huevos deben estar hervidos y mantenidos en la heladera. Para mayor tranquilidad, los consumidores pueden chequear que la vajilla sea descartable y se utilicen instrumentos diferentes para manipular los alimentos crudos y los cocidos.
Luis Alberto Serres
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