Pasó en los setenta
¡Otra vez! El viejo no aprendía nunca. Recién habíamos terminado de pagarle a la gallega de la esquina y en la lona de nuevo.” Cállate, cállate Juancito este caballo va a ganar en todas las carreras como que me llamo Julián Alonso”. Juancito era yo. Ahora era Juancito y antes fue Gustavo que se había ido a España y antes aún su única hija mujer: Irene. Con sólo veinticinco años estaba llena de hijos, ya iba por el quinto , vivía en Ciudadela . Su marido era milico. Lo tenía cerca en los cuarteles de enfrente , como estaba mucho en casa la prole se agrandaba. Era además muy creyente y por eso tenía todos los hijos que el Señor les mandara.
Aunque la miseria los rodeara iban camino a ser un familión. Casi no nos veíamos, Así iba pasando la vida de Julián Alonso. No quería que lo llamaran Don, más bien Julito, como dicen modulaba con su acento del Piamonte mi abuela Anunciata. Gracias a ella que se había muerto cuando yo no había nacido , teníamos donde vivir. La vetusta casa de la calle Barragán era ahora propiedad del único heredero, mi viejo. . Alguna vez Julián Alonso había trabajado en la fábrica Teubal, un ícono de Versalles. pero, afecto a armar pendencias y poco encariñado con el laburo lo habían echado.” ¿Regaste el rosal blanco? Y el rojo y las margaritas de los macetones de cemento”. Me tenía podrido, pero como con eso sacaba algunos mangos había que obedecer. Tenía muchas plantas. Las flores y los caballos eran su vida. También el tinto, vicio del que había mejorado pero le había costado que mi madre avergonzada y muy enferma se fuera para siempre….
Yo había salido a ella, pelirrojo y retacón Julito, Julito, no… Julito tenia su pinta. El sabía que todos lo miraban. La viuda de Ramírez corría las cortinas de crochet, cuando él pasaba. La turca de la tienda, la gallega del almacén y hasta las pibas de Jumper azul del Perpetuo se daban vuelta para mirarlo. Decía que se trajeaba por cábala. Todos los viernes a eso de las diez de la mañana, la madrugada para él, se dirigía al puesto de diarios de la esquina de la plaza. y ahí, adquiría su literatura “ Buen día pibe”, el chico no necesitaba que le hiciera ningún pedido para alcanzarle , calentita todavía La fija. A veces se animaba a cargarlo, “oiga tiene el nudo de la corbata torcido” Jejé.
La corbata estaba puesta encima del cogote porque el viejo no se ponía camisa. Iba en musculosa debajo del traje Príncipe de Gales gris oscuro. Vestido para la suerte, decía, volvía silbando un tango para estudiar las carreras de la tarde. Todos los sábados iba a Palermo y a veces también los jueves Entonces pilchaba de primera. A mí nunca me llevó. Creo que cuando ganaba iba por ahí a festejar con alguna loca. Era un sinvergüenza. Muchas flores, muchas plantas, muchas rosas ¿Qué gil que fui! Idealista como la vieja creía las mentiras que me contaba cuando le iba bien, porque cuando le iba mal se hablaba poco y comíamos salteado. Todo esto fue antes de ir a la colimba, yo como dije era el más chico, casi no conocí a mi mamá. Me tuvieron de muy grandes. Me había tocado caballería y estaba cepillando un matungo cuando me lo vinieron a decir. Parece que por festejar tupido no vio el camión y allí se quedó, casi enfrente de la barrera de Barragán. Desde que me había incorporado al ejército volvió con todo al escabio. Debía andar por los setenta.
Siempre había oído hablar mal de la milicia. Al viejo mismo lo habían sacudido por desertor y se había comido un año adentro pero para mí esos dos años fueron lo mejor que me pasaron. Al oficial, que era el jefe de mi grupo lo había conquistado con mi excesiva obediencia. Acostumbrado a toda clase de sufrimientos el trabajo no me asustaba para nada y en cambio la comida a horario, aunque no era rica, el orden y ver esa gente tan distinta de la que yo había conocido me gustaba. En el cuartel una de las cosas más importantes es que se le diera duro al trabajo y a obedecer las órdenes, yo agarré muy rápido lo que todos querían y me dio buenos frutos. Entonces fue que me llevaron a la casa de un Capitán para ayudarle al custodio que tenía asignado..
La mujer era irlandesa y era pelirroja como yo, sólo que mis pelos debían provenir de algún antepasado dudoso y en cambio ella, además de ser muy linda, tenía verdadera estirpe. . Me tomó simpatía tenían un gran jardín y como yo de plantas sabía bastante alguna vez me permití temeroso a decirle algo acerca de los gusanos que se comían las hojas y demás conocimientos que había adquirido de pibe cuidando las plantas del viejo. Lo que me hizo ganar toda su confianza fue cuando le conté aquello de “las montañitas” Era una mañana de enero. Ya había lustrado el auto del Capitán porque acompañado por el custodio debía viajar a La Plata.
La señora estaba rezongando por los pimpollos de rosas chinas caídos en el suelo y yo me animé y le dije. “Disculpe señora son las montañitas” “ ¿qué montañitas?” me dijo? “Esas…esas chiquitas de tierra húmeda que aparecieron” “. Esas montañitas, como le decís vos, siempre se forman en el verano” “. Bueno yo le voy a mostrar que son las cuevas de los bichos que cortan sus flores.” “ ¿Cómo sabés eso?, Me parece que estás inventando…” “ No, no””. Si me trae un poquito de detergente , usted misma los podrá ver”. A la señora le había caído bien, así que fue a la cocina y me alcanzó el detergente.; Lo puse entonces en un tarrito que andaba por ahí le agregué agua y de a chorritos lo fui echando en las montañitas….Mire, mire señora, mire porque van a aparecer. Así fue al rato salieron de cada pequeña madriguera los bichos. “dicen que son los parientes malvados de los grillos. Hay que irlos aplastando a medida que salen”. Esa manifestación de conocimiento me hizo ganar la confianza de la Señora Zulema. No tenia hijos, no era muy joven, creo que necesitaba querer a alguien como mamá.
Casualmente yo también necesitaba querer a una mamá como hijo… Nunca me alejé de esa casa. Después de terminar el servicio militar me ayudó a conseguir un trabajo donde pudiera ganarme la vida y estudiar. Fue en una escuela técnica del ejército. Aprendí el oficio de tornero. Mi vida de pendejo había quedado definitivamente atrás. Con la recomendación del capitán entré en un taller metalúrgico. Casi todos los meses iba a visitar a la Señora Zulema . Tomábamos mate cocido y hablábamos de las plantas , que se habían puesto enormes y de algunas cosas mías. Cuando conocí a Laura, ella fue la primera que lo supo. A mi hermana que vivía en Ciudadela se lo dije mucho después.
Cuando me levanto a veces creo que no es a mí que me está pasando esto. Como no hay torneros, porque todos se fueron a trabajar a Europa, me vinieron a buscar al taller. Me hicieron algunas preguntas y me trataron como si fuera un DOCTOR , me toman duplicándome el sueldo. La semana que viene me caso Alquilé un departamento en Flores. La señora Zulema se está poniendo grande. Las arrugas de su rostro revelan el largo tiempo vivido. Camina por su jardín más despacio. El capitán y ella van a ser mis padrinos..
. Sólo pienso en el futuro. Seguiré aprendiendo cada día .Nunca tomaré vino. Nunca jugaré a las carreras. Trabajaré cada día mejor. Seré buen marido y también buen padre. Me mudaré del departamento y compraré una casa con jardín-en Versalles, frente a la plaza. Les enseñaré a mis hijos el secreto de las montañitas y la señora Zulema vendrá a visitarlos y les contará cuentos como una dulce abuelita
Rosa de La Fuente
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