La Ciudad Restaura el patrimonio escultórico del Cementerio de la Recoleta
Por primera vez, la necrópolis cuenta con un área específica y un equipo de profesionales especializados en la preservación de obras patrimoniales a la intemperie. El proyecto presenta un carácter pionero que servirá como ejemplo de preservación para otros camposantos
«La materialidad que hoy vemos en este espacio intramuros fue creada en un momento muy importante dentro del arte argentino, el de nuestros primeros escultores. En esas décadas se creó el Museo Nacional de Bellas Artes y las firmas que están en el cementerio están también en el museo”, explica Miguel Crespo, quien dedicó largos años al estudio de piezas de arte en exposición de intemperismo a través de becas de investigación del Conicet.
Si bien el trabajo del experto en el lugar se remonta a 2002, no ha sido hasta este año, tras la percepción de ingresos gracias al cobro de la entrada a los turistas extranjeros de acuerdo a la Ley 4977 -que establece que el producto de las entradas debe volcarse exclusivamente al mantenimiento y restauración del patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de cementerios-, que las direcciones de Cementerios y Patrimonio de la Ciudad consolidaron un programa institucional con un área de restauración específica para Recoleta. “Es un hecho fundacional que puede sentar metodología de intervención”, remarca el coordinador del área.
Diagnóstico y planes de intervención
La restauración implica hacer un diagnóstico para conocer qué alteraciones sufrieron las obras con el paso del tiempo, cuyo deterioro puede deberse a los órdenes de los materiales como de la lectura de la obra. Una vez que se identifican las causas de cada alteración, se elabora un plan de intervención para cada pieza tridimensional.
El trabajo, que es realizado por el director del equipo en coordinación con las restauradoras Paula Booth y Lorena Pacora se realiza por sectores. Suele comenzar por los frentes de las bóvedas, continuando por los perfiles y partes posteriores.
Las obras que conforman el patrimonio histórico de la Recoleta están realizadas sobre soporte inorgánico (piedra/metal y símil piedra-formulación de piedra artificial autóctona de Buenos Aires, que imitaba a las materialidades y estéticas europeas-), en su mayoría bronces y mármoles traídos de Europa. La restauración consiste, entonces, en la limpieza y recuperación a su estado original de estos materiales.
En cada intervención, se hace un diagnóstico de la obra para conocer las patologías o alteraciones que presenta dentro de un trabajo interdisciplinario de investigación sobre las reacciones químicas y físicas que alteran los soportes de las obras. A partir de ahí, se planifica la restauración.
Las causas de deterioro de las piezas pueden ser de origen natural o antrópico. Las primeras se refieren a parámetros meteorológicos como la humedad relativa, la lluvia, los vientos, la temperatura o la solación, mientras que las otras parten de la contaminación urbana o la intervención humana. Al situarse dentro de un área densamente poblada, afectan a las piezas agentes contaminantes urbanos como el material particulado carbonoso, el azufre y otros elementos asociados a la polución, el tránsito vehicular o, en su momento, los incineradores de los edificios.
“Al hacer el diagnóstico, nos tenemos que ir muy atrás en el tiempo: el ambiente hoy está más controlado, pero las patologías quedaron en las obras. En el análisis vemos lo que ocurrió décadas atrás y, aunque el ambiente ha mejorado y no tiene la densidad de contaminación que tuvo, las alteraciones producidas en aquel momento hoy están presentes y nosotros tenemos que retirar esos rastros de contaminación”, precisa Crespo.
En palabras de la gerenta operativa del cementerio, Sonia Del Papa Ferraro, “el patrimonio de Recoleta va más allá de los monumentos y la arquitectura, hay que cuidar los solados, porque es un sitio muy antiguo, las cañerías, los subsuelos o los efectos del follaje que crece en determinadas zonas, la forma en que ceden los muros con el tiempo por el peso, los factores climatológicos y hasta influye la ubicación del cementerio en medio de esta ciudad. No es lo mismo el deterioro de monumentos sobre la calle Junín, que no tiene tránsito, a los situados sobre Azcuénaga, donde se verán los rostros y cuerpos de las esculturas ennegrecidos producto del tránsito”.
Las alteraciones afectan a las piezas de arte tanto como a la lectura de las obras, que es la capacidad de los espectadores de reconocer la composición total. “Estas obras están hechas con un lenguaje de contrastes armónicos y, cuando se genera una costra de ese material particulado, se produce un contraste exagerado que altera la lectura. No es lo mismo lo que se genera sobre un bronce que sobre una piedra mármol blanco, incluso diferentes obras de mármol blanco presentan diferentes situaciones. Por eso tenemos que elaborar un plan específico para cada obra”, señala el coordinador.
Los efectos de deterioro varían de acuerdo a los materiales. En la restauración, se retira el material particulado carbonoso que se acumula en las partes cóncavas de las esculturas y que altera no solo a la lectura de la obra sino a la aleación del material.
Una adecuada restauración contempla varios aspectos. “Cuando estas obras se hicieron, se sabía que iban a estar expuestas, entonces hay un horizonte de expectativas de los escultores, de los hacedores, que previó esto. Por ejemplo, en los bronces, la realidad es que el escultor pensó que venía bien que el ambiente transformara un poco esas pátinas de colores que se desarrollan con el tiempo, porque eso exalta el lenguaje tridimensional. Entonces nosotros tenemos que quitar la alteración pero conservar esta esencia”, señala el especialista. Y agrega: “En la restauración todo es importante, obras de pequeño y de gran formato, y en el cementerio tenemos de todo. Algunas restauraciones de tamaño monumental han sido las del sepulcro de José C. Paz o Toribio de Ayerza, con autoría de escultores europeos y argentinos y que requirieron de mucho tiempo de trabajo”.
Una vez identificada la problemática o alteración a causa del viento, la presencia de hongos, la luz que impacta o la posición en que se encuentra la escultura, se realiza una propuesta de restauración. “Al retirar los recubrimientos estamos retiramos parte de lo que es el tiempo, el color que le dio el artista, por eso no podemos realizar intervenciones que generan alteraciones”, remarca Lorena Pacora.
Los restauradores trabajan sobre lo que se conoce como capa o costra negra, que es la acumulación de las lluvias, del polvo y de diferentes agentes que van acumulándose con el paso del tiempo en las partes cóncavas de la pieza.
Laboratorio, taller móvil y archivo digital
Tras el diagnóstico, el trabajo de restauración comienza en el laboratorio, un espacio de taller y guarda patrimonial situado dentro del cementerio y provisto de insumos, en su mayoría químicos, que se formulan de acuerdo a las patologías que se identifican, para cada tratamiento.
La infraestructura de trabajo incluye herramientas, químicos no abrasivos para el tratamiento de las superficies, andamios para los trabajos en altura -las bóvedas pueden alcanzar los cinco metros de alto- y un dispositivo móvil conocido como el “Recoleto”, que facilita el traslado de los insumos y materiales desde el taller hasta la obra a restaurar dentro de las cinco hectáreas que ocupa el predio del cementerio.
Las herramientas para la remoción de elementos causantes del deterioro en piedras y metales van desde hisopos con detergentes neutros para retirar la capa superficial de suciedad del metal en las limpiezas húmedas, bisturíes, cepillos dentales de cerdas finas y pinceletas para las limpiezas en seco. El trabajo de limpieza se realiza por cuadrículas para ir visualizando si lo que se aplica está generando alguna alteración a la obra, con un análisis paso a paso.
En una jornada de trabajo, Lorena Pacora se concentra frente a la bóveda donde descansan los restos inhumados de quien fue ministro de guerra durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, Pablo Ricchieri (1859-1936), un monumental conjunto arquitectónico y escultórico obra del artista Luis Perlotti (1890-1969). Las diferencias de brillos y tonalidades de piedras y metales permiten apreciar el avance de la restauración en sus diferentes estados por cuadrículas, con partes en intervención y otras ya consolidadas.
Carolina Maldonado para www.revistamibarrio.com.ar
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