Acerca de la Verdad de la Milanesa
Además de llamar milanesa al filete de carne empanado, solemos utilizar esta misma palabra, popularmente, para referirnos a la mentira. El desplazamiento del significado, en este caso, alude a un posible engaño respecto de la carne oculta.
Pero la verdad de la milanesa, de la comestible, es que ésta tuvo su origen en la pequeña ciudad francesa de Vienne, junto al Ródano, donde a alguien se le ocurrió tomar un trozo de carne, pasarlo por huevo y pan rallado, y luego freírlo.
Por caminos que no son conocidos, pero sí directos, esta novedad llegó hasta España, donde tomó el nombre de costoletta en Andalucía.
Cuando Carlos V, en 1535, envió tropas a la ciudad de Milán, tropas que incluían a numerosos andaluces, éstos introdujeron su comida preferida entre los milaneses, quienes terminaron adoptándola con verdadero deleite.
Fue en esta ciudad, en 1848, donde el mariscal austríaco Joseph Radetzky la descubrió y, encantado con este scallopine milanesse, tan sabroso, lo hizo conocer a su monarca, el Emperador Francisco José, quien lo consideró como otra conquista austríaca (wiener schnitzel), y pasó a servirse en todos los restaurantes vieneses.
En Buenos Aires, el señor José Nápoli, dueño del restaurante del mismo nombre, muy concurrido, y que estaba ubicado frente al Luna Park, decidió un día ofrecerle a sus clientes una milanesa a la cual le agregaba una lonja de jamón y otra de queso, bañada con salsa de tomate y gratinada al horno.
La llamó “Milanesa a la Nápoli”, nombre que muchos transformaron después en una ensalada de gentilicios y pasó a ser “milanesa napolitana”.
Luis Alposta
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