LA ENFERMERÍA
Por mi buena conducta me destinaron a una celda individual, me prestaron una vieja computadora, papeles a granel y me acortaron la pena. Lejos quedaron, la Polaca y Fierro Podrido. El médico de la unidad me había tomado cariño. Algo más también, mucho más. Si podía estiraba la mano. La mujer no había tenido hijos. Cuando me lo propuso, casi lo esperaba, eran unos buenos mangos. El muy guacho me llamaba a la enfermería siempre a la madrugada, así se ponía menos en evidencia. El Comisario General le tenía miedo, el doctor tenía influencias de las pesadas. Todos hacían la vista gorda. Me pedía que escribiera para él cuentos eróticos. Lo complacía, era mi conveniencia pero, él no sabía que encontraba consuelo dejando en el papel todas las sensaciones de mi embarazo. Escondía las hojas en un agujero del baño.
No me lo dejaron ver. Fue un varón, me dijeron que el médico y la mujer se habían ido a Italia. Lloré, sufrí, mi corazón se transformó en una piedra. Al quedar en libertad, dos años después, me hice puta. Nada me importaba. Maté al que pudo ser el padre de mis hijos. Me robaron al único que tuve en mis entrañas.
El libro que sale mañana será mi triunfo y mi castigo. En sus hojas estará para siempre lo que nunca tendrá retorno.
Rosa de la Fuente
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